¡Hola a todos!
Después de unos días, os traigo la reseña de una novela con la que me he reído a carcajadas.
Título: No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas
Autora: Laura Norton
¿Saga? Libro autoconclusivo.
Editorial: Espasa
ISBN: 978-8467041583
Número de páginas: 352
Publicación: 29 de Abril de 2014
Género: Realista, humorística, romántica adulta
Sinopsis: Si estás leyendo estas líneas es que te ha llamado la atención el título. ¿Te gustaría decírselo a alguien? ¿Serías capaz de decírtelo a ti mismo? Y lo más importante: ¿te gustaría mantener durante un buen rato la sonrisa que se te ha quedado en la cara? Pues esta es tu novela.
Te podríamos contar con más o menos gracia de qué va la cosa, para que te hicieras una idea: que si la protagonista, Sara, es muy maja, que si tiene un trabajo muy interesante (es plumista, ¿a que nunca lo habías oído?), que si es un pelín obsesiva y alérgica a los sobresaltos… Por supuesto, la vida se le complica y se encuentra con que su piso se convierte en una especie de camarote de los hermanos Marx cuando en la misma semana se meten a vivir con ella su padre deprimido, su hermana rebelde y su excéntrico prometido y, sobre todo, el novio al que lleva mucho tiempo sin ver… Pero mejor no te lo contamos porque te gustará leerlo. Lo único que necesitas saber es que, desde el título, te garantizamos unas cuantas horas de descacharrante diversión como hacía tiempo que no disfrutabas.
RESUMEN
Sara es una joven treintañera que ha estudiado la carrera de química y vive, casi por su cuenta, en la casa que perteneció a su abuela. Ésta fue plumista, es decir: creaba diseños utilizando plumas de aves, una profesión que siempre ha sido llamativa para Sara y en la que, al parecer, ella demuestra tener cierto talento.
Al menos así se lo dijo Aarón cuando tenían diecisiete años e iban juntos al instituto. Por aquel entonces, en una actuación de teatro, Sara fue la encargada de la escenografía y su idea, en la que, por supuesto, no faltaban las plumas, tuvo muchísimo éxito. De hecho, Aarón, de quien ella andaba totalmente colgada, le recomendó que se dedicase a ello profesionalmente…
Y Sara ha necesitado más de diez años para decidirse, pero, por fin, a los treinta, tras haber acabado su carrera, ha aceptado probar suerte y reabrir la tienda de su abuela. Desafortunadamente la suerte apenas le sonríe, pero ella no se rinde gracias a los ánimos de su novio, Roberto, el cual, por cierto, está viviendo en París durante un año para encontrar un buen trabajo.
Las cosas no marchan del todo bien para Sara. La tienda apenas le reporta beneficios y no le llega para pagar el alquiler; lleva un año entero sin ver a su novio y se muere de ganas por que regrese; y, para colmo, su hermana pequeña y su padre se irán a vivir con ella, puesto que no es su casa, sino «la de la abuela», después de que ambos hayan discutido con su madre por diferentes motivos.
Por lo visto, la madre de Sara tiene un amante desde hace tiempo, y se niega a aceptar que su hija menor, de diecinueve años, vaya a casarse con un hombre de treinta. Un hombre que resulta ser… ¡el mismísimo Aarón!
MI OPINIÓN
Este libro es absolutamente desternillante. Cuenta con situaciones de lo más absurdas e inverosímiles, sí, pero en este caso la gracia reside precisamente ahí: en las exageraciones, en las conversaciones absurdas, en las situaciones ridículas. Este libro es un cúmulo de todas ellas, pero, pese a que yo no suelo ser muy amiga del humor absurdo, en este caso me ha encantado porque me ha parecido muy bien trabajado y muy bien llevado.
–Personajes. Sara es una mujer bastante empanada y con poquita personalidad. Ella cree que manda en su vida, que lo tiene todo bajo control, pero a lo largo del libro no hace sino dejarse enredar por unos y por otros: por su padre, por su hermana, por su novio, por su futuro cuñado… Y Sara, pese a no estar de acuerdo con lo que hacen y dicen, acaba viéndose envuelta en más de un lío por su culpa, simplemente porque no tiene las agallas suficientes para pararlo todo, porque no sabe decir que no. Es, al mismo tiempo, buenaza y pava.
Digamos que este aspecto de la personalidad de Sara no me ha gustado nada. Nunca me han gustado las protagonistas sumisas que se dejan llevar pese a que su opinión sea contraria; y encima, cuando al fin revienta y les exige a todos que dejen de controlar y revolver su vida, los demás la hacen sentir culpable y ella acaba por disculparse. ¡Por dios, muchacha, espabílate! Tienes todo el derecho del mundo a quejarte, que en tu familia te tienen por el pito del sereno y hacen cosas que te afectan directamente sin consultarte. Qué poca sangre, chiquilla.
Su hermana Lucía es todo lo contrario. Lu tiene diecinueve años y ha triunfado en las pasarelas. Ha tenido infinidad de novios, es famosísima, todo el mundo la adora, está «podrida» de pasta y tiene una personalidad arrolladora. Vamos, que es como a Sara le gustaría ser y vive la vida que a Sara le gustaría llevar. No obstante, precisamente por su carácter rebelde, Lu se pelea con su madre cuando le cuenta sus planes de boda y es por eso por lo que se acaba colando en la casa de Sara, con la excusa de que «en realidad es de la abuela». Da igual que Sara lleve viviendo ahí muchos años y tenga ahí su vida… Eso no importa a la hora de que su familia se le meta en casa. No tienen ninguna consideración, ni Lu ni su padre.
El cual, por otro lado, está destrozado porque acaba de descubrir que, después de treinta años de matrimonio, su mujer le está siendo infiel. Y lo «mejor» es que la madre de Sara ni se avergüenza, ni se arrepiente, ni nada. Ella va con la cabeza muy alta, como si no hubiese hecho nada malo, e incluso se empeña en culpar tanto a su marido como a sus hijas por darle la espalda y por tratarla como «la mala de la película». En pocas palabras: la madre de Sara y Lucía es una especie de Estela Reynolds (personaje de la serie La que se avecina).
Y luego tenemos a los dos novios de las chicas. Roberto es el novio de Sara desde hace años y ella está convencida de que envejecerán juntos, pero él parece no estar tan seguro. Roberto es arquitecto y, dado que no consigue encontrar trabajo en España, se marcha a Francia durante un año en busca de buena fortuna. Por eso pasan un tiempo separados y por eso, especialmente, a Sara le mete la pata que media familia se cuele en su casa justo cuando falta tan poco para que Roberto vaya a verla después de un año.
Pero la sorpresa se la acaba llevando ella cuando Roberto llega acompañado de Eric, una especie de vikingo del que se hizo amigo mientras estuvo en París y que arde en deseos de conocer España. Eric apenas entiende el español y creedme que los gazapos que comete y los líos a los que les llevan sus errores son memorables. De lo mejorcito del libro xD
Pero estábamos con Roberto. SPOILER: Al principio me caía medio bien, porque se notaba su complicidad con Sara tras tantos años juntos. Pero, al volver de París, una ya se va dando cuenta de que algo no marcha bien: para empezar, se ha traído a un amigo, sin consultarlo con Sara, cuando en teoría iba a verla a ella. Pero él ya no se muestra tan apasionado, y encima tampoco le ha consultado a Sara su decisión de largarse a China porque le han ofrecido el mejor trabajo del mundo. Me pareció muy ruin por parte de Roberto el no haber cortado con Sara en ese momento, cuando se veía a la legua que estaba deseando marcharse, que no quería continuar con ella, que ya no había pasión entre ellos. Pero no; se tuvo que esperar a que ella decidiese (por fin una cosa que decide por su cuenta) seguirle y empezar una nueva vida juntos en China, dado que en España no tiene suerte con el negocio de las plumas. Y una vez más Roberto demostró ser muy mezquino: él no quería que Sara le siguiese, pero no tuvo los huevos suficientes (palabras textuales) para cortar con ella en Madrid y que cada uno hiciese su vida. Así que ella le siguió, y no fue hasta que se encontraron en China que, por fin, tras todo el dinero invertido, tras el largo viaje, tras las nuevas ilusiones… Roberto le suelta de una vez a Sara que no quiere seguir con ella, y que no deseaba que lo siguiese a Hong Kong.
¿Por qué demonios se esperó tanto? ¿Por qué la dejó que se gastara sus ahorros y fuese tras él, ilusionada por una nueva vida, cuando él, desde que se fue a París, estaba ya decidido a poner tierra entre él y Sara? En serio, me pareció el peor golpe que le podrían haber dado, y eso que ella ya se llevó muchos por su incapacidad para decir no, pero es que resulta que ella no era la única; Roberto tampoco era capaz de decir no. En el fondo, son tal para cual. Pero su relación ya estaba muerta. FIN SPOILER.
Por último tenemos al perfectísimo Aarón. Como he mencionado, Sara estuvo colgadísima por él cuando eran adolescentes, pero entonces él desapareció de la noche a la mañana y ella supuso que ya nunca iba a volverlo a ver. Sin embargo, por casualidades de la vida, se acaban reencontrando… cuando él se ha comprometido con Lu, por lo que va a convertirse en el cuñado de Sara. Y ahí la tenemos a ella, debatiéndose entre el pasado y el presente, preguntándose si aún quiere a Aarón o si ya le ha olvidado y por eso es feliz con Roberto…
Y Aarón, todo hay que decirlo, no se lo pone nada fácil; más de una vez parece que lamenta el haber escogido a Lu en vez de a Sara, y da la sensación de que va a serle infiel a su futura esposa con su hermana mayor. Vamos, que al parecer él tampoco lo tiene tan claro como parece…
–Escritura. Creo que este es uno de los puntos fuertes de la novela. La historia está narrada de una forma un tanto enrevesada, pero es imposible perderse debido a lo cómico de los pensamientos de Sara (sus dudas respecto a Aarón y Roberto), a lo absurdo de las situaciones que vive (asaltar un zoo, por ejemplo…) y a lo exagerado de los diálogos. Esto último, en mi opinión, es lo mejor. La familia de Sara tiene cada ocurrencia… En especial la hermana, quien tiene mucha caradura, y el padre, que anda un poco despistado por la infidelidad de su mujer; y los diálogos de ésta con Sara tampoco se quedan atrás… De esta forma, la narración alterna entre los pensamientos más absurdos y enrevesados de Sara con los diálogos más absurdos y desternillantes de sus familiares. Yo, al menos, juro que he muerto de risa.
–Edición. La portada es llamativa, de esas que entran por los ojos, y el título te acaba de convencer para que le des una oportunidad a esta historia. Al menos, eso es lo que me ha pasado a mí: me animé a comprar este libro por su portada y su título, más que por la sinopsis. Y no me ha decepcionado: me he reído tanto como prometía el título. (Muy adecuado, por cierto, pues Sara me parece un tanto empanada, o gilipollas, como ya he dicho, por eso de dejarse arrastrar y no saber imponerse. Y todo lo que le pasa es debido a esa actitud.)
–Historia. La trama no es que sea nada del otro mundo. De hecho, lo principal de toda esta historia es si habrá o no romance entre Sara y Aarón, después de tantos años y de que cada uno tenga otra pareja. La autora lo enrevesa todo de tal manera, mete a tantísimos personajes, crea tantas situaciones ridículas, que realmente llegas a plantearte si al final Aarón y Sara acabarán juntos. Es decir: no es una novela romántica, sino, principalmente, cómica y realista, que invita a reflexionar acerca de la vida y de nuestra actitud respecto a ella; y además, el final no se deja entrever desde el principio, como suele suceder en las historias románticas, sino que la autora consigue hacerte dudar tanto como duda la propia Sara.
Por tanto, sí, hay romance, pero no es ni mucho menos el tema principal de la historia, sino el cómo afronta la protagonista la vida, su situación amorosa, su situación económica, su situación familiar…, y la evolución que da a lo largo de las páginas. Ella y el resto de personajes, claro.
¿Lo mejor? Los diálogos.
¿Lo peor? La actitud de Sara.
¿Lo recomiendo? ¡Y tanto! Reírse es la mejor medicina para olvidarse de los problemas. Y este libro hace reír hasta al más aburrido 😛