¡Hola a todos!
Hoy vengo a traeros la reseña de una novela de la que esperaba bastante, pero que, finalmente, me ha dejado con un sabor muy agridulce. Aviso que es una reseña muuuuy larga y que hay un apartado de spoilers más abajo 😉
Título: Todas las hadas del reino
Autora: Laura Gallego
¿Saga? Libro independiente.
Editorial: Montena
ISBN: 9788490433713
Número de páginas: 480
Publicación: 12 de Marzo de 2015
Género: Fantástica, juvenil
Sinopsis: Camelia es un hada madrina que lleva trescientos años ayudando con gran eficacia a jóvenes doncellas y aspirantes a héroe para que alcancen sus propios finales felices. Su magia y su ingenio nunca le han fallado, pero todo empieza a complicarse cuando le encomiendan a Simón, un mozo de cuadra que necesita su ayuda desesperadamente. Camelia ha solucionado casos más difíciles; pero, por algún motivo, con Simón las cosas comienzan a torcerse de forma inexplicable…
RESUMEN
Desde hace varios siglos, un grupo de hadas, entre las que destacan Camelia y Orquídea, se dedica a conceder deseos a los humanos y a ayudarlos a alcanzar sus metas y aspiraciones. Principalmente sirven a príncipes y princesas, ayudándoles a encontrar a la persona adecuada con la que casarse y, así, forjar una alianza beneficiosa para sus reinos al mismo tiempo que viven una vida feliz junto a la persona a la que aman.
Pero también ayudan a plebeyos, o al menos Camelia lo hace, ya que es precisamente su amiga Orquídea la que le pide que se encargue de Simón, un mozo de cuadras enamorado de la princesa Asteria de Vestur. A Orquídea no le gusta ayudar a personas de bajo rango, por lo que Camelia acepta hacerse cargo de los deseos de Simón, pese a que ya tiene muchos otros ahijados.
Así, Camelia pone en marcha un plan para conseguir que Asteria, la heredera al trono del reino de Vestur, se fije en Simón, un mozo que trabaja en las cuadras del castillo. Simón está dispuesto a hacer prácticamente cualquier cosa por la princesa, la cual, a su vez, tiene firmes intenciones de gobernar ella sola a pesar de la oposición de sus padres, que desean que su primogénita se case pronto. Camelia deberá hacer lo posible por ocasionar un acercamiento entre ambos.
Pero el hada tiene también otros muchos ahijados a los que debe prestar atención, como el príncipe Alteo, la princesa Verena, los mellizos de Corleón… Camelia trabaja sin descanso para atenderlos a todos, pero sus esfuerzos no serán suficientes.
MI OPINIÓN
Como he dicho, tengo una opinión muy agridulce respecto a este libro. Por un lado, tenía unas altas expectativas en lo referente a los cuentos de hadas, ya que, como ya sabréis si me seguís desde hace mucho, me encanta leer historias que están relacionadas de una u otra forma con los cuentos con los que me he criado desde niña. Así que me ha encantado encontrarme cuentos como Rapunzel, Hansel y Gretel, Piel de asno, Hermanito y hermanita, Caperucita Roja, La bella durmiente, Mesita, ponte, Rumplestiskin… En ese aspecto, sin duda, este libro me ha enamorado.
Pero en los demás…
–Personajes. Hay muchísimos personajes en este libro. La protagonista es Camelia, el hada madrina más ocupada que jamás hubo. Tiene tantísimos ahijados que descansa muy poco, madruga mucho y se pasa el día fuera de casa, viajando de un reino a otro para atender a todos los príncipes y princesas a los que ayuda. Por ejemplo, Alteo, un príncipe un tanto perezoso que no sabe con qué princesa debería casarse; Verena, una princesa que, para escapar de las garras de su tío, se mantiene oculta en una torre, esperando a cumplir la mayoría de edad para reclamar su trono; Arnaldo y Arlinda, los mellizos de Corleón, dos niños caprichosos y ruidosos que tienen deseos de lo más variopintos; y también otros muchos que no tienen sangre real, como Marcela, Rosaura y Simón.
Es Simón en quien Camelia más se vuelca. Al principio el chico era ahijado de Orquídea, una de las compañeras de Camelia, pero ha acabado siendo ésta quien se ocupe de ayudarle. Así, vemos que Camelia pone toda la carne en el asador, decidida a ayudar a todos sus ahijados, pero, sobre todo, a Simón, por el que siente un cariño especial. Es por esto por lo que tenemos la oportunidad de conocerle bien y ver que es un chico honrado, trabajador y dispuesto a sacrificar su vida por la princesa Asteria, de la que está sinceramente enamorado.
Qué queréis que os diga, a mí Simón me pareció un poco pánfilo y falto de personalidad. Todo el rato babeando por la princesa hasta el punto de que, si ella le hubiese dicho que se tirara por un puente, él lo habría hecho. Por favor, que hay ciertos límites… -.-»
La otra cara de la moneda tampoco me convenció. Asteria es una princesa orgullosa y muy pagada de sí misma que mira a los demás por encima del hombro, incluidos Camelia y Simón. Quiere reinar ella sola, lo cual me parece admirable, pero termina por convertirse en una chica dependiente y paranoica, además de histérica y repelente. Ya en sus inicios no me gustó, pero al final del libro prácticamente la odié.
Lo cierto es que muy poquitos personajes hay en este libro que me gusten. Para empezar, no llego a entender del todo qué pintaban ahí Ren y Rosaura. Son casi personajes-comodín, a los que la autora recurría cuando necesitaba casi un milagro para arreglar un desaguisado. A Asteria y Simón, por motivos que explicaré más adelante con spoilers, llegué a odiarlos, y muchos de los secundarios se quedaron ahí, sin más, con una historia inconclusa y sin que volvamos a saber de ellos. Y yo me pregunto: ¿para eso aparecieron en la novela?
Sólo salvo a Felicia. Es un personaje al que no conocemos hasta casi el final del libro, pero que a mí me encantó. No pude evitar imaginármela como a una especie de Anna, de Frozen, con la personalidad de Rapunzel, de Enredados: algo así. Una chica imaginativa y soñadora que sabe luchar por lo que quiere y defender a los que la quieren.
En cuanto a las demás hadas madrinas… sólo me gustaron sus nombres: Orquídea, Gardenia, Lila, Azalea, Magnolia y Dalia. Sus actitudes no me gustaron en absoluto, especialmente respecto al final de la historia, aunque a Dalia creo que la salvaré porque fue inteligente. La única, de hecho. Al menos, las historias de Azalea y Magnolia me gustaron y me parecieron consistentes y verosímiles. Por lo demás, Orquídea me pareció odiosa y Lila, demasiado pava. Gardenia fue la más dulce.
–Escritura. Siempre me ha gustado mucho el estilo de Laura Gallego, pero en los tres últimos libros que ha publicado creo que ha decaído muchísimo. No sólo me he encontrado laísmos en los tres (Donde los árboles cantan, El libro de los portales y Todas las hadas del reino), cosa que me rechina muchísimo y me hace tener ganas de tirar el libro por la ventana (no lo hice… aunque poco me faltó con el de Viana. Ahora pienso que fui demasiado suave cuando reseñé ese libro).
También es que parece que, al menos en Todas las hadas del reino, a Laura se le haya quedado el dedo pegado al botón del punto y coma. De verdad, me ha parecido excesivo y exasperante que prácticamente todas las frases estuviesen unidas por un punto y coma, incluso aunque no tuviesen nada que ver entre ellas. Frases que quedan mucho mejor separadas porque no pegan ni con cola, frases que hasta podrían ir en distintos párrafos, frases que podrían unirse simplemente con una coma como se ha hecho toda la vida de dios… Pues nada. Punto y coma. Punto y coma por todas partes, por doquier. Me ha dificultado la lectura, de verdad, es que así no había manera. Y me ha hecho coger asco a ese signo de puntuación. No creo que pueda volverlo a usar cuando escriba.
–Edición. Esta es una de las pocas cosas buenas del libro, junto con el tema de los cuentos de hadas. La portada me pareció preciosa desde la primera vez que la vi y me ha gustado mucho también la edición interior, aunque recuerdo que me encontré un par de fallos al principio de la historia. No obstante, lo que no me ha gustado ha sido que cada capítulo llevara por título una frase que luego aparecía en el capítulo. No sé, para mí ha sido como si los títulos spoilearan lo que iba a pasar en cada capítulo, así que te quitaban la sorpresa. Lo que sí que me ha gustado ha sido que, por fin, Laura decidiera no dividir el libro en catorce capítulos, que yo sé que cada escritor tiene sus manías, pero a mí llegaba a sacarme un poquito de quicio, ya que me agobiaba con los capítulos tan largos 😛
–Historia. Aquí es donde voy a explayarme a gusto… Empiezo diciendo que me ha gustado encontrarme un montón de elementos de cuentos en una sola novela, pues, por lo general, cada libro suele centrarse en un cuento en concreto (véase, por ejemplo, las sagas Crónicas Lunares, en que cada libro [Cinder, Scarlet, Cress y Winter] se centra en un personaje de cuento, y La Selección, inspirada en La Cenicienta). Sin embargo, en Todas las hadas del reino, esos cuentos están mezclados, indicándote, por ejemplo, que fue Lila quien ayudó a Piel de asno (un cuento poco conocido que a mí me gusta bastante), o mostrando cómo cuentos tan distintos como La Bella y la Bestia, Rumplestiskin o El gato con botas (vale, todos tienen finales similares, pero ya me entendéis) pueden coexistir y encajar en una misma historia.
Ahora bien, en cuanto a los numerosos giros argumentales que hay en la historia, voy a tirar de spoilers para ir señalando lo que no me ha gustado de cada uno de ellos.
SPOILERS A PARTIR DE AQUÍ
Para empezar, como he dicho, no entiendo qué pintan Rosaura y Ren en la historia. Los dos son un poco personajes-comodines, que aparecen como por arte de magia cuando la protagonista está en apuros. Ninguno de los dos tiene una misión definida más allá de, en el caso de Rosaura, limpiar la casita de Camelia cuando ésta la acoge y, luego, ir de aquí para allá con Ren sin que se sepa dónde se encuentran. Rosaura también aparece un momento al final, en la casita de chocolate de la bruja (que no es otra que Azalea), para ayudar a Felicia, que se convierte en protagonista de la segunda mitad de la novela. Y, después, se va, sin que los lectores sepamos adónde, ni cómo ha sobrevivido en los años en que ha estado separada de Camelia, ni… nada. Cero absoluto. No sabemos nada más de ella.
Lo de Ren y la trama de los Ancestrales, la verdad, tampoco entiendo qué pintaban en esta historia. Te los pintan como si fueran súper poderosos, más que las hadas, y absolutamente invencibles, y además con poca costumbre a dejarse ver muy a menudo, como es el caso de Ren. Y, sin embargo, el «lobo feroz» al que Simón debe enfrentarse en el Bosque de los Ancestrales bien que es vencido por Camelia en cero coma. El lobo ahí, amenazando a Asteria, y viene el hada y, de un tajo, le corta la cabeza al fuerte e invencible lobo Ancestral. Muy creíble todo, claro que sí (nótese el sarcasmo). Aparte, Ren es otro del que apenas sabemos nada, más allá de que Rosaura está con él, pero se separa de Camelia y ya casi no volvemos a verle el pelo, excepto en apariciones estelares que, en mi opinión, quedaban muy forzadas y oportunas. Ren responde un poco a esa técnica escritoril de la que leí no hace mucho, el «deus ex machina«. Ahora que la he visto en práctica, confirmo lo que ya pensaba: ni me gusta ni me parece creíble.
Hablemos ahora de Simón y Asteria. La pareja por excelencia: los humanos que no paran de meter en líos a Camelia, que desconfían de ella, que la culpan de todo lo malo que les pasa y, no contentos con ello, encima la condenan a morir en la hoguera. De verdad, yo con las injusticias es que no puedo, sobre todo cuando el personaje acusado injustamente no se defiende. Hagamos memoria: Camelia trata de ayudar a Simón para que se gane el corazón de la altiva Asteria y, una vez que ambos inician un romance clandestino, el hada les aconseja esperar antes de hacer el siguiente movimiento. Ellos no obedecen: tratan de fugarse y acaban por atraparlos, por lo que Simón es condenado a muerte y Asteria, obligada a casarse con el Duque Blanco. Entonces a Camelia se le ocurre que la princesa podría recurrir a una queste: una misión que el héroe debe cumplir para ganarse la mano de la princesa y, como prueba, deberá llevar un objeto mágico que demuestre que ha superado la queste.
Así es como Simón y Camelia terminan en el bosque de Magnolia, la primera hada que se convirtió en bruja, y consiguen por los pelos un espejo mágico llamado el Espejo Vidente (La Bella y la Bestia *-*). Pero cuando vuelven a Vestur, descubren que Asteria los ha engañado a todos, pues ella tiene el auténtico espejo. Todo ha sido una treta para librarse de su compromiso con el Duque y fingir que ha sido Simón el que ha conseguido el espejo. Pero los reyes los pillan y, como última oportunidad, Simón recibe la misión de librar al Bosque Ancestral de la bestia que en ella habita, el «lobo feroz». Este es un resumen rápido de todo lo que sucede, pues el tema es mucho más enrevesado.
El caso es que, una vez en el bosque, Camelia descubre que Simón no confía en ella y decide que ya se acabó, que está harta de la ingratitud del mozo, y además arrastra también la rabia y la pena por haber fallado a sus otros ahijados. Vamos, que en ese momento Camelia estalló, y con razón, y determinó que sólo ayudaría a Simón y Asteria a cambio de algo: el primer hijo que tengan juntos. Una vez fijado el trato, el hada se carga, como ya he descrito más arriba, al lobo cuando éste estaba a punto de atrapar a Asteria y, antes de marcharse, Camelia promete que volverá una vez que el primer hijo de Simón y Asteria haya nacido.
Lo cual, he de decir, me parece incluso justo, ya que Camelia desde el principio ayudó desinteresadamente a Simón, el cual reaccionó con desconfianza e ingratitud, a pesar incluso de que Camelia permite que se le atribuya a él el mérito de haberse cargado al lobo. Además, es muy oportuna la muerte del Duque Blanco en el bosque, ya que entonces es Simón quien obtiene el título al «haber matado» a la bestia, con lo que ya no tiene problema alguno para poderse casar con Asteria. Vamos, que se podrá quejar Simón de la ayuda de su hada madrina.
Y todo lo que Camelia pidió a cambio de ayudar a Simón y salvar a Asteria del lobo fue quedarse con el primer bebé que ambos tuvieran. Puede ser excesivo, sí, pero un trato es un trato y tanto la princesa como el ahora duque deben cumplir. Al fin y al cabo, están vivos y son los herederos al trono de Vestur gracias a Camelia.
Pues bien, la parejita vive feliz durante un tiempo hasta que Asteria se queda embarazada. Entonces le vienen las paranoias y empieza a tildar a Camelia de bruja, antes incluso de que ésta se presente, el día del bautizo de Felicia, la criatura, para reclamar lo que es suyo. Lo mejor es que los príncipes acusan a Camelia de secuestrar al bebé, pero no tienen narices de reconocer que el hada sólo se está cobrando su precio por haberlos ayudado a obtener todo lo que ahora tienen. Muy majos, oye. Y muy hipócritas.
Yo es que entiendo a Camelia. Te pasas la vida ayudando a la gente sin recibir nada a cambio y, cuando cometes un error, ya eres la peor persona del mundo. O bien terminas obteniendo algo a cambio: la desconfianza, la ingratitud y el desdén de tus ahijados. Es que es imposible no entender a Camelia, y también a Azalea y Magnolia, las otras hadas madrinas que terminaron odiando a los humanos y convertidas en brujas. Vienen a ayudar desinteresadamente y… Vaya tela.
Claro que sí que me parece un poquito cansino el mensaje que Laura Gallego pretende transmitir con este libro, o al menos el que yo he deducido al leer entre líneas: los humanos somos malísimos, desagradecidos y despreciables y no nos merecemos la ayuda de nadie. Ya trató este mismo tema, ya dio un mensaje parecido, en otros de sus libros y, la verdad, llega a resultar cansino. Que es verdad, que la raza humana es imperfecta, que necesitamos un bien escarmiento, pero… ¿es necesario que se trate el mismo tema en más de un libro?
En fin, volvamos a Simón y Asteria. Después de que Camelia se lleve a Felicia, los príncipes emprenden la búsqueda de su única hija, pero, cuando tienen la ocasión de conocerla, la cagan, con perdón, a lo grande. Felicia es una niña de seis años, quiere con locura a su madrina y acaba de vivir una experiencia terrible en la casita de chocolate de Azalea, y todo porque desobedeció a Camelia y salió del castillo donde ha vivido siempre junto al hada. Así que la niña, cuando escucha a sus padres decir que Camelia es malvada y que van a castigarla, se rebela y huye de ellos, ya que Camelia es la única madre que la ha conocido y la quiere de veras.
Aquí es donde entran las otras hadas, las antaño amigas y compañeras de Camelia. Desde que ésta se llevó a Felicia al castillo, Orquídea, Lila y Gardenia (las únicas hadas madrinas que quedan ya) han intentado llegar hasta ella, pero Camelia se ha encerrado en sí misma, y he de decir que en esta parte eché de menos algún capítulo en el que viéramos los pensamientos de Camelia, pues pasa de ser la protagonista a convertirse en la mera cuidadora de Felicia, la «nueva» protagonista.
En esa ocasión en que Felicia está a punto de ser devorada por Azalea, Lila, Gardenia y Orquídea se reúnen con la niña antes de que ésta vuelva con su madrina y le regalan unos objetos mágicos. No es por nada, pero en este punto era como si las amigas de Camelia se hubieran vuelto en su contra, pues, directa o indirectamente, estaban «escribiendo» el final de Camelia. Felicia, usando esos objetos que le regalaron las tres hadas, empezó a dejar de contar con su madrina, a entrar en el sótano, que estaba prohibido, y finalmente termina por decidir escapar del castillo. Pero no lo hace de buenas maneras, sino que casi se pelea con Camelia, la cual, por otro lado, pierde los papeles y no quiere dejar ir a la niña.
El caso es que Felicia ya tiene quince años, ya puede elegir por sí misma, y es su decisión la que pesa en el trato que Camelia hizo con Simón años atrás, cosa que el hada sabe. Pero Camelia parece volverse loca cuando Felicia, su ahora única ahijada, decide que quiere dejar de serlo, cosa que también es comprensible teniendo en cuenta todo lo que el hada obtuvo de sus otros ahijados. No obstante, esas leyes de la magia que tanto se mencionan en esta parte de la novela no se llegan a explicar del todo, así que resulta todo un poco… azaroso.
Y entonces llega el final: Felicia abandona el castillo, Simón y Asteria apresan a Camelia y, en un juicio que se celebra con total rapidez, los ahora reyes de Vestur condenan a Camelia a morir en la hoguera. Cosa que me parece de lo más injusta, no sólo por el hecho de que Simón obtuviera todo lo que tiene gracias al hada y que Asteria lograra salvar su vida gracias también al hada. También por el hecho de que, al fin y al cabo, Camelia estaba cumpliendo con su parte del trato: ha criado a Felicia, que ha sido una niña feliz, y ahora ésta ha decidido marcharse del lado de su hada madrina. No me parece un final justo para Camelia el tener que morir en la hoguera a manos de los humanos a los que más ha ayudado, pero supongo que el rencor, el odio y las paranoias pesan más. Al menos por parte de Asteria, que es la que está completamente histérica y casi quiere matar al hada con sus propias manos. Simón, como he dicho antes, es un pelele.
Ah, por cierto: las tres súper amigas de Camelia no mueven un dedo por ayudarla. Se enteran de que su amiga está condenada y se quedan ahí, mirando cómo la consumen las llamas y lloriqueando, cuando ellas fueron, directa o indirectamente, voluntaria o involuntariamente, las que la empujaron a esa horrible muerte, a esa condena a manos del que fuera su ahijado en el pasado. Grandes amigas, Lila, Orquídea y Gardenia. Teniendo amigas así, ¿quién quiere enemigos/as?
Y lo de Ren viniendo y dando a Camelia un nuevo cuerpo me parece muy cogido por los pelos… Como si la autora quisiera salvar a su protagonista, pero sin salvarla realmente. En ese sentido es un final agridulce, un final que es un nuevo comienzo, cosa que sí que me gustó, pero volvemos al tema del deus ex machina: Ren apareciendo de la nada y salvando a Camelia con una magia de la que no habíamos escuchado nada antes. Poco verosímil. FIN SPOILERS.
Siento haberme alargado tanto, pero llevaba desde que terminé de leer este libro deseando desahogarme. Necesitaba hacerlo, así que no he escatimado en detalles, pero al menos los spoilers están avisados 🙂 Tan sólo un pequeño resumen: me gustó el tema de los cuentos de hadas, la magia y tal, pero no me gustaron los giros argumentales y, además, hay muchas cosas que están muy cogidas con pinzas. Por no hablar de los personajes-comodín y el tema del deus ex machina, al que Laura Gallego parece recurrir continuamente en esta novela, y de ese final agridulce, poco verosímil, pero que implica un nuevo comienzo.
¿Lo mejor? Felicia y los cuentos de hadas.
¿Lo peor? Los giros argumentales y los personajes que no pintaban nada.
¿Lo recomiendo? Sí y no. Lo cierto es que no sé si me pesan más las cosas buenas de este libro o las malas, así que no estoy muy segura de qué responder aquí… Es mejor que cada cual decida por sí mismo y, así, pueda opinar con fundamento 😉